Media mañana tibia de mayo, un viernes como todos, con la salvedad de que me tocaba hacerme cargo nuevamente de tramites que refieren a mi abuela. Allá arranqué, termo, mate, cigarros, paciencia y mucho coraje, sabiendo que podía soportarlo.
Emprendí el viaje hace la oscura ciudad de Necropolis, con la misión de dar fin a un ciclo de dos años bastante dificiles y poner fuego donde hubo vida. Una vez allí me dispuse a esperar ser atendido por los funcionarios (2) de la divina dependencia de la intendencia. A pesar de lo que uno puede pensar, tardé algo así como 20 minutos, toda una hazaña dentro del gigante municipal.
Sentado frente la señorita que me atendió a la hora de nombrar al fallecido ya el nudo en mi pecho empezaba a gestarse de manera dura, forcejeando con las lágrimas logré atarlas, por lo menos por un rato. Luego de hablar con mi padre, avisandole que todo estaba pronto, sólo faltaba abonar.
Comencé el retorno, donde cada paso fue cada vez más sentido, las lagrimas se hicieron incontrolables, la música de fondo hacía parecer el camino una escena de una película norteamericana. El "olor a medialunas" rondaba mi cerebro, recuerdos, vivencias, y lo más triste de todo, saber que no vas a volver. Como pude llegué a casa, entre llanto y dolor.
Como la vida se encarga de hacer girar las cosas, quien ayer en vida me cuido, hoy en su muerte la cuido yo. La vida misma.
Gracias y hasta la próxima.
opaaaa!!!!...grandeeee tinchooooo!!!!!
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